Dígnate infundir sobre las tinieblas de mi entendimiento un rayo de tu claridad, apartando de mí la doble oscuridad en que he nacido, el pecado y la ignorancia. Tú que haces elocuentes las lenguas de los niños, instruye mi lengua e infunde en mis labios la gracia de tu bendición.
Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facilidad para aprender, sutileza para interpretar, y gracia copiosa para hablar. Dame acierto para empezar, dirección al progresar y perfección al acabar.
Tú que eres verdadero Dios y verdadero hombre, que vives y reinas por los siglos de los siglos, Amén.